ISF Asturias en América Latina: de El Salvador a Colombia

El mes pasado resumimos una parte de la historia de los trabajos de ISF Asturias: los que se hicieron en África Subsahariana. También hemos relatado ya, en los post de febrero, que nuestra asociación comenzó más o menos por la misma época (1996) a trabajar a su vez en los campamentos de personas refugiadas de la RASD.

Pero pocos años antes ya habíamos estado en otra región del Sur bastante lejana: durante los veranos de 1993 y 1994 participamos en un programa para formar a profesorado de la Universidad de El Salvador, institución prácticamente destruida durante la guerra civil que había finalizado el año anterior. Gran parte del profesorado, alumnado y personal de la universidad se había visto involucrado en las filas del FMLN y urgía, pues, transformar a guerrilleros y guerrilleras en personal docente e investigador que contribuyera en la nueva etapa del país. Este trabajo en El Salvador no fue una iniciativa nuestra, un proyecto de Sur en el sentido que aplicaríamos en otros sitios, porque aquí se trataba de un programa a cargo de otra organización que se difundió a través de la entonces embrionaria Federación de Ingeniería Sin Fronteras. Como nos vino dado, ISF no estableció una estrategia ni puso en marcha el ciclo del proyecto que aplicaríamos en otros sitios: no identificamos colectivos involucrados ni necesidades, no buscamos (ni, por tanto, justificamos) financiación ni evaluamos con rigor.

No obstante, la experiencia salvadoreña nos sirvió para empezar a conocer de primera mano la realidad latinoamericana (no sólo de El Salvador, también de Guatemala) y para inaugurar una costumbre que luego sería norma: lo que vemos «allá» luego lo contamos «acá».  Pocos años más tarde, esa «norma» la oficializamos con unas primeras Jornadas de Proyección Social Universitaria donde a la vuelta de cada proyecto (o durante su desarrollo) compartíamos la experiencia aquí con nuestro entorno y traíamos un poquito de realidad del Sur para mostrarla en el Norte. Sembrando estas semillas, florecerían nuevos frutos. Al poco, varios miembros de ISF Asturias fueron apareciendo, cada uno por su cuenta, más al Sur dentro del mismo continente latinoamericano: Colombia.

Javi y Santi realizaban en 1995 su Prestación Social Sustitutoria al servicio militar en un barrio paupérrimo en las laderas de Medellín asolado por la violencia de los cárteles de la droga. El año siguiente les daría el relevo Pepe en Bogotá. Todos ellos colaboraron en Colombia con la ONG Fe y Alegría que sería nuestra contraparte para desarrollar unos talleres ocupacionales, con el objetivo de alejar a la juventud de la violencia y darles los medios para labrarse su propio desarrollo. Y en 1995 allí estaba también Jorge, beneficiario de un programa internacional para el intercambio de profesorado y alumnado con universidades latinoamericanas, lo que le permitió acoplarse a los planes de desarrollo rural de la Universidad Javeriana en el Departamento de Santander y, tras volver varias veces los años siguientes, aprender casi todo lo que sabe sobre economía social mientras hacía su tesis doctoral sobre ese tema.

La estancia en Colombia permitió a esta gente conocer casi de primera mano la situación de guerra y violación de derechos humanos generalizada que asolaba el país, y a algunas de las organizaciones que se enfrentaban a ello. Entre esas organizaciones estaban los sindicatos, uno de cuyos dirigentes nacionales, Javier Orozco, se involucraba bastante más allá de lo exigible mientras las amenazas a su vida aumentaban. Con Javier trabamos amistad allí y volvimos a encontrarnos aquí cuando la presión sobre su persona se volvió insoportable y tuvo que exiliarse en el año 2000. Hombre extraordinariamente activo y comprometido, nada más asentarse en Gijón, Orozco puso en marcha el Programa Asturiano de Protección a Víctimas de Violaciones de Derechos Humanos en Colombia, que incluía la articulación de una red de organizaciones de apoyo. Incorporar a ISF Asturias a esa red pareció obligado más que natural, dado nuestro conocimiento de la realidad colombiana y que en el cambio de siglo teníamos muy claro que la lucha por los derechos de las personas es un eje central de la cooperación para el desarrollo. El resto ya es historia.